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«26 Cuentos Para Pensar», Jorge Bucay

COMO CRECER?

Un rey fue hasta su jardГ­n y descubriГі que sus ГЎrboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El Roble le dijo que se morГ­a porque no podГ­a ser tan alto como el Pino.

VolviГ©ndose al Pino, lo hallГі caГ­do porque no podГ­a dar uvas como la Vid. Y la Vid se morГ­a porque no podГ­a florecer como la Rosa.

La Rosa lloraba porque no podГ­a ser alta y sГіlida como el Roble. Entonces encontrГі una planta, una fresia, floreciendo y mГЎs fresca que nunca.

El rey preguntГі:

ВїCГіmo es que creces saludable en medio de este jardГ­n mustio y sombrГ­o?

No lo sГ©. QuizГЎs sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querГ­as fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrГ­as plantado. En aquel momento me dije: "IntentarГ© ser Fresia de la mejor manera que pueda".

Ahora es tu turno. EstГЎs aquГ­ para contribuir con tu fragancia. Simplemente mirate a vos mismo.

No hay posibilidad de que seas otra persona.

Podes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por vos, o podes marchitarte en tu propia condena…

ANIMARSE A VOLAR

…Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:

– Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.

– Pero yo no sé volar – contestó el hijo.

– Ven – dijo el padre.

Lo tomГі de la mano y caminando lo llevГі al borde del abismo en la montaГ±a.

– Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y volarás…

El hijo dudГі.

– ¿Y si me caigo?

– Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento -contestó el padre.

El hijo volviГі al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compaГ±eros con los que habГ­a caminado toda su vida.

Los mГЎs pequeГ±os de mente dijeron:

– ¿Estás loco?

– ¿Para qué?

– Tu padre está delirando…

– ¿Qué vas a buscar volando?

– ¿Por qué no te dejas de pavadas?

– Y además, ¿quién necesita?

Los mГЎs lГєcidos tambiГ©n sentГ­an miedo:

– ¿Será cierto?

– ¿No será peligroso?

– ¿Por qué no empiezas despacio?

– En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.

– …O desde la copa de un árbol, pero… ¿desde la cima?

El joven escuchГі el consejo de quienes lo querГ­an.

Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó…

DesplegГі sus alas.

Las agitó en el aire con todas sus fuerzas… pero igual… se precipitó a tierra…

Con un gran chichГіn en la frente se cruzГі con su padre:

– ¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy como tú. Mis alas son de adorno… – lloriqueó.

– Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen.

Es como tirarse en un paracaídas… necesitas cierta altura antes de saltar.

Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.

Si uno quiere correr riesgos, lo mejor serГЎ resignarse y seguir caminando como siempre.

EL BUSCADOR

Esta es la historia de un hombre al que yo definirГ­a como buscador

Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que estГЎ buscando. Es simplemente para quien su vida es una bГєsqueda.

Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción… “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

– No ningún familiar – dijo el buscador – ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?.

El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana?… ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?…, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.

EL ELEFANTE ENCADENADO